Porque es amargo
Debo agradecer a las chicas de Cds-méxico, por la traducción. Ellas colgaron su entrada el sabado y como yo he estado secuestrada en un planeta extraño, ni me había enterado. Así que nuevamente y sin querer ser rebundante, "Gracias chicas".
De todos modos, aproveché de editarlo, ya que había algunas fallas y en ciertos momentos me era dificil entender que quería decir, así que aquí lo subo editado.
La escena que se lleva a cabo durante las páginas 170-174 (177 - 181 en español) de Ciudad de Cenizas, en el capítulo La Corte Seelie, aquí desde el punto de vista de Jace. Incluso le dieron un nombre - "Porque es amargo." Porque bueno, Jace es amargo aquí.
"Pero me gusta
Porque es amargo,
Y porque es mi corazón "-. Stephen Crane
Porque es amargo,
Y porque es mi corazón "-. Stephen Crane
"Sé que no dejare a mi hermana en su corte”, dijo Jace," y puesto que no hay nada que averiguar de ella o de mi, ¿quizá nos hace el favor de liberarla?"
La Reina sonrió. Era una sonrisa hermosa y terrible. La reina era una mujer encantadora; ella tenía esa belleza inhumana perteneciente a las hadas, que parecía más la belleza de cristal duro que la de un ser humano. La Reina no aparentaba una edad en particular: podría haber tenido dieciséis o cuarenta y cinco años. Jace supuso que ahí era donde aquellos le encontraban su atractivo - personas habían muerto por el amor de la Reina - pero ella le dio una sensación de frío en el pecho, como si se hubiera tragado agua helada demasiado rápido. "¿Y si les dijera que puede ser liberada mediante un beso?"
Fue Clary la que respondió, perpleja: "¿Quiere que Jace la bese"
Tanto la Reina como la corte rieron, la sensación de frío en el pecho de Jace se intensificó. Clary no entendía a las hadas, pensó él. Habría intentado explicárselo, pero no había explicación, en realidad no. Cualquier cosa que la Reina quisiera de ellos, no era un beso de él; ella podría haberlo exigido sin todo este espectáculo sin sentido. Lo que ella quería era verlos bien cubiertos y luchando como mariposas. Era algo de la inmortalidad, él lo había pensado muchas veces: aplanando tus sentidos, tus emociones, la experiencia, incontrolable, las lamentables respuestas de los seres humanos que eran para las hadas lo que la sangre fresca era para los vampiros.
Algo de vida. Algo de lo que ellos carecían.
"A pesar de los encantos del joven", dijo la Reina, dirigiendo su mirada hacia Jace - sus ojos eran verdes, como Clary, pero no completamente como los de ella - "ese beso no liberaría a la muchacha."
"Podría besar a Meliorn", sugirió Isabelle, encogiéndose de hombros.
La reina movió la cabeza lentamente. "No. A nadie de mi Corte."
Isabelle alzó las manos; Jace quería preguntarle lo que había esperado – besar a Meliorn no le hubiese molestado a ella, así que, obviamente, la Reina no se preocupaba por él. Supuso que había sido bonito por su parte ofrecerlo, pero Iz, al menos, debió haberlo sabido mejor. Había tratado con las hadas antes.
Tal vez no era sólo conocer el pensamiento cultural de las Hadas, Jace se preguntó. Tal vez era saber cómo la gente disfrutaba ser cruel por el bien del pensamiento cruel. Isabelle fue irreflexiva, y a veces vana, pero ella no era cruel. Se echó el pelo negro hacia atrás y frunció el ceño. "No pienso besar a ninguno de los tres", declaró con firmeza. "Que quede claro".
"Ni falta que hace", dijo Simon, dando un paso adelante. "Si un beso es todo. . . "
Dio un paso hacia Clary, quien no se apartó. El hielo en el pecho de Jace se convirtió en fuego líquido, apretó sus manos a los costados mientras Simon tomaba suavemente a Clary por los codos y la miró a la cara. Ella apoyó sus manos en la cintura de Simon, como si lo hubiera hecho un millón de veces. Tal vez lo hubiera hecho, por todo lo que él conocía. Él sabía que Simon la quería, lo había sabido desde que los había visto juntos en esa estúpida cafetería, el otro chico prácticamente ahogándose por conseguir de su boca las palabras "te amo" mientras Clary miraba inquietamente a su alrededor, sus enormes ojos verdes viendo a todas partes. Ella no está interesada en ti, mundano, había pensado con satisfacción. Piérdete. Y luego se había sorprendido de sus pensamientos. ¿Qué diferencia hacía para el los pensamientos de una chica que apenas conocía?
Eso parecía haber ocurrido mucho tiempo atrás. Ella ya no era una chica que apenas conocía: Ella era Clary. Era la única cosa en su vida que le importaba más que nada, y viendo a Simon poner sus manos sobre ella, donde quiera que él quisiera, le hizo sentir al mismo tiempo enfermo, débil y mortalmente furioso. La urgencia de avanzar hacia ellos y separarlos era tan fuerte que apenas podía respirar.
Clary lo miró, su pelo rojo deslizándose sobre su hombro. Parecía preocupada, lo que era suficientemente malo. No podía soportar la idea de que ella pudiera sentir lástima por él. Apartó la vista rápidamente, y llamó su atención la Reina Seelie, quien brillaba de alegría: esto era lo que ella quería. Su dolor, su agonía.
“No," dijo la Reina, a Simon, con una voz suave como el filo de un cuchillo. "Tampoco es el beso que quiero."
Simón se alejó de Clary de mala gana. El alivio golpeó a través de las venas de Jace como sangre, ahogando lo que sus amigos estaban diciendo. Por un momento todo lo que importaba era que él no iba a tener que ver a Clary besando a Simon. Entonces Clary pareció enfocarse: estaba muy pálida y no podía dejar de preguntarse en qué estaba pensando. ¿Estaba decepcionada por no haber sido besada por Simon? ¿Aliviada igual que él? Pensó en Simon besándole la mano más temprano aquel día y lo empujó de su memoria con rencor, sin dejar de mirar a su hermana. Mira arriba, pensó. Mírame. Si me amas, te verás en mí.
Cruzó sus brazos sobre su pecho, de la forma que lo hacía cuando tenía frío o estaba molesta. Pero no levanto la vista. La conversación fue en torno a ellos: quien iba a besar a quien, qué iba a suceder. Rabia desesperada se levantó en el pecho de Jace y como de costumbre, encontró su escape en un comentario sarcástico.
"Bueno, pues yo no voy a besar al mundano", dijo. "Preferiría quedarme aquí abajo y pudrirme”
"¿Para siempre?," dijo Simon. Sus ojos eran grandes, oscuros y serios. "Para siempre es una barbaridad de tiempo."
Jace volvió a ver a esos ojos. Simon era probablemente una buena persona, pensó. Amaba a Clary, quería cuidar de ella y hacerla feliz. El sería un espectacular novio. Lógicamente, Jace sabía, que era exactamente lo que quería para su hermana. Pero él no podía evitar mirar a Simón sin querer asesinar a alguien. "Lo sabía", dijo groseramente. "¿Quieres besarme, verdad?
"Claro que no. Pero si...- "
"Imagino que es cierto lo que dicen. No hay heterosexuales en las trincheras.
Jace volvió a ver a esos ojos. Simon era probablemente una buena persona, pensó. Amaba a Clary, quería cuidar de ella y hacerla feliz. El sería un espectacular novio. Lógicamente, Jace sabía, que era exactamente lo que quería para su hermana. Pero él no podía evitar mirar a Simón sin querer asesinar a alguien. "Lo sabía", dijo groseramente. "¿Quieres besarme, verdad?
"Claro que no. Pero si...- "
"Imagino que es cierto lo que dicen. No hay heterosexuales en las trincheras.
"Es ateos, imbécil." Simon estaba de color rojo brillante. “No hay ateos en las trincheras.”
Fue la reina quien los interrumpió, inclinándose hacia adelante para que su cuello blanco y los pechos se mostraran por encima del escote de su vestido de corte bajo. "Aunque todo esto es muy gracioso, el beso que liberará a la muchacha es el beso que más desea," dijo ella. “Únicamente ése y nada más.”
Simon pasó de rojo a blanco. Si el beso que Clary más deseaba no era el suyo, entonces… La forma en que ella miraba a Jace, y Jace a Clary, contestó eso.
Fue la reina quien los interrumpió, inclinándose hacia adelante para que su cuello blanco y los pechos se mostraran por encima del escote de su vestido de corte bajo. "Aunque todo esto es muy gracioso, el beso que liberará a la muchacha es el beso que más desea," dijo ella. “Únicamente ése y nada más.”
Simon pasó de rojo a blanco. Si el beso que Clary más deseaba no era el suyo, entonces… La forma en que ella miraba a Jace, y Jace a Clary, contestó eso.
El corazón de Jace comenzó a latir con fuerza. Se encontró con los ojos de la Reina. "¿Por qué hace esto?"
"Yo más bien creía que te hacía un favor", dijo ella. "El deseo no siempre se ve reducido por la repugnancia. Ni tampoco se puede conferir, como un favor, a aquellos que más lo merecen. Y puesto que mis palabras obligan a mi magia, de ese modo podréis saber la verdad. Si ella no desea su beso, no será libre."
Jace sintió que la sangre le inundaba el rostro. Era vagamente consciente de que Simon argumentaba que ellos eran hermanos, que no estaba bien, pero lo ignoró. La Reina Seelie lo miraba, y tenía los ojos como el mar antes de una tormenta mortal, y él quería decir gracias. Gracias.
Y eso fue lo más peligroso de todo, pensó, mientras a su alrededor sus compañeros discutían sobre si Clary y Jace tenían que hacer esto, o sobre lo que ninguno de ellos estaría dispuesto a hacer para escapar de la Corte. Permitir a la Reina darle algo que quería - realmente, realmente quería - era ponerse en su poder. ¿Cómo no se había dado cuenta antes?, se pregunto. Esto era lo que pensaba, lo que quería, despertó de un sueño, jadeando y sudando. Cuando él pensaba, sobre el hecho de que talvez nunca obtendría un beso de Clary, el quería morir, herirse o sangrar de mala manera, subir hasta el ático y entrenar por horas hasta que estuviera tan agotado que no hubiera más elección que salir, exhausto. Tendría contusiones en la mañana, lesiones, cortes y la piel raspada y si pudiese nombrarlas, todas habrían tenido el mismo nombre: Clary, Clary, Clary.
Simon seguía hablando, diciendo algo, enojado de nuevo. "No tienes que hacerlo Clary, es un truco -"
"Un truco no" aseguró Jace. La tranquilidad en su propia voz lo sorprendió. “Una prueba.” Miró a Clary. Ella se mordía el labio, mientras su mano herida sujetaba un rizo de su cabello; los gestos tan característicos, por lo que una gran parte de ella, rompió su corazón. Simon estaba discutiendo con Isabelle ahora mientras la reina Seelie descansaban atrás y se veía como un gato elegante, divertida.
Simon seguía hablando, diciendo algo, enojado de nuevo. "No tienes que hacerlo Clary, es un truco -"
"Un truco no" aseguró Jace. La tranquilidad en su propia voz lo sorprendió. “Una prueba.” Miró a Clary. Ella se mordía el labio, mientras su mano herida sujetaba un rizo de su cabello; los gestos tan característicos, por lo que una gran parte de ella, rompió su corazón. Simon estaba discutiendo con Isabelle ahora mientras la reina Seelie descansaban atrás y se veía como un gato elegante, divertida.
Isabelle parecía exasperada. "¿A quién le importa, de todos modos? Es sólo un beso."
"Es cierto", dijo Jace.
Clary miró hacia arriba, por último, sus ojos verdes se apoyaron en él. Él se acercó a ella y como siempre el resto del mundo se alejó de ellos hasta dejarlos solos, como si estuvieran en un escenario vacío. El puso su mano en su hombro, volviéndole la cara. Había dejado de morderse el labio, y sus mejillas estaban sonrojadas, sus ojos de un verde brillante. Podía sentir la tensión en su propio cuerpo, el esfuerzo de retenerse, y no atraerla hacia si y tomar esta oportunidad, sin embargo peligrosa, estúpida e imprudentemente, besarla en la forma que pensó nunca podría, en su vida, ser posible de nuevo.
“No es más que un beso” repitió y escucho la aspereza de su propia voz, y se preguntó si ella lo escuchaba, también.
No es que importara – no había manera de ocultarlo. Era demasiado. El nunca habría querido que fuera de esa forma. Siempre hubo chicas. Se preguntó a sí mismo, en la oscuridad de la noche, mirando a las paredes en blanco de su habitación, lo que hacía a Clary tan diferente. Ella era hermosa, pero las otras chicas también lo eran. Era inteligente, pero había otras muchachas inteligentes. Ella lo entendía, se reía cuando él lo hacía, vio a través de las defensas que puso hasta que las había derribado. No había Jace Wayland más real que él vio en sus ojos cuando ella lo miró.
Pero aún así, tal vez, podría encontrar todo aquello en otro lugar. La gente se enamoraba, lo perdía, y seguía adelante. No sabía por qué él no podía. No sabía por qué ni siquiera quería. Lo único que sabía era que cualquier cosa que le debiera al Cielo o al Infiero por esta oportunidad, lo iba a tener en cuenta.
Se agachó y le tomó las manos, uniendo sus dedos con los de ella y susurrando en su oído. "Puedes cerrar los ojos y pensar en Inglaterra, si quieres,” le sugirió.
Los ojos de ella revolotearon cerrados, sus pestañas parecían líneas de cobre contra su pálida y frágil piel. "Nunca he estado en Inglaterra," repuso ella, y la suavidad, la ansiedad en su voz casi le deshizo. Nunca había besado a una chica sin saber que lo quería también, por lo general más que él, y ésta era Clary, y él no sabía lo que ella quería. Deslizó sus manos sobre ella, sobre las mangas de su camisa aferrándose a sus hombros. Sus ojos permanecía aun cerrados, pero ella temblaba y se apoyaba en él - apenas, pero fue suficiente el permiso.
Su boca cayó sobre ella. Y eso fue todo. Todo el auto-control que había ejercido en las últimas semanas se había ido, como el agua estrellándose a través de un dique roto. Sus brazos se acercaron al cuello y él la apretó contra él, ella era suave y flexible, pero sorprendentemente fuerte como nadie a quien él hubiese sostenido antes. Sus manos se aplastaron contra su espalda, presionándola contra el y ella estaba en la punta de los pies, respondiendo ferozmente a su beso. Paseó la lengua por sus labios, abriendo su boca debajo de la de ella y le supo a sal y dulce, como el agua de hadas. Se aferró a ella con más fuerza, anudando sus manos en su cabello, tratando de decirle, con la presión de su boca, todas las cosas que nunca le había dicho en voz alta: Te amo. Te amo y no me importa que seas mi hermana; no estés con él, no lo quieras, no te vayas con él. Permanece conmigo. Quiéreme. Quédate conmigo.
No sé como estar sin ti.
Sus manos se deslizaron hasta la cintura, asiéndola contra él, perdido en la sensación de espiral que le atravesaba los nervios, la sangre y los huesos, y él sabía que no había nada que hacer ni decir para detenerse o retirarse, pero pronto oyó un siseo de risa – la Reina de las hadas – en sus oídos, y lo sacudió de nuevo la realidad. Se apartó de Clary antes de que fuera demasiado tarde, abrió sus manos alrededor de su cuello y dio un paso atrás. Se sentía como cortando y abriendo su propia piel, pero se apartó.
Clary lo miraba fijamente. Sus labios estaban separados, sus manos permanecían abiertas al igual que sus ojos. Detrás de ella, Isabelle se acercaba boquiabierta, Simón miraba como si estuviera a punto de vomitar
“Ella es mi hermana”, pensó Jace. “Mi hermana”. Pero las palabras no significaban nada. Bien podría haber sido una lengua extranjera. Si alguna vez tuvo la esperanza de llegar a pensar en Clary simplemente como su hermana, esto - lo que había sucedido entre ellos - lo había estallado en miles de pedazos, como un meteorito colisionando contra la superficie de la tierra. Trató de leer la cara de Clary - ¿sintió ella lo mismo? Parecía como si quisiera simplemente dar la vuelta y huir. “Sé lo que sentiste” intentó decirle a ella con los ojos, y era un medio triunfo amargo y medio suplicante. Sabía que lo sentía, también. Pero no hubo respuesta en su cara, ella envolvió sus brazos alrededor de sí, de la misma forma en que lo hacía siempre cuando estaba molesta, y se abrazó a sí misma como si tuviera frío. Apartó la mirada de él.
Jace sintió como si su corazón estuviese siendo apretado por un puño. Se volvió hacia la reina. "¿Ha sido eso lo bastante bueno?" inquirió. "¿La ha divertido?"
La reina lo miró: una vista especial y secreta compartida entre ambos. Se les advirtió acerca de nosotros, parecía decir su mirada. Que les haría daño, destrozando como se puede romper a una ramita entre tus dedos. Pero tú, que pensabas que nunca podrías ser tocado – eres el que ha sido quebrado. "Mucho" respondió ella. "Pero no creo que tanto como a ustedes dos."
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